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Me pasa que en estos días, que en estas semanas me he enamorado de cuánta mujer cubana toca por mi puerta... A lo mejor hago mal, lo sé, en ser tan ligero de cascos. Se me da en automático desde que te marchaste. Cualquier indicio tuyo y de tu idiosincrasia cubana me remite como la brújula imantada, que vira siempre hacía el norte, así yo viro, siempre hacia ti. Soy la isla separada del continente, éramos Pangea, y la pena de esta separación es tan profunda y amarga como las aguas del océano. Así he estado, mirando hacia atrás, volteando a tu recuerdo. Deseando regresar contigo y que regreses. Me convierto en estatua de sal. De sal soy, me deshago en llanto, no me puedo contener.
Te volviste el amor de mi vida. Te amaba con toda la inteligencia y las fuerzas que era capaz de tener. Hicimos planes pero te marchaste. Y tú que decías que juntos éramos Dios y que estaríamos así hasta el fin de la eternidad, me hiciste soñar y volar...
No niego que tuviste tus motivos, para la separación siempre los hay.
No me liberas con tu adiós, te libras de mí... No es que yo te haga falta, eras tú quien me hacía falta.
Hoy es día de la Virgen de la Candelaria, hoy se pagan los compromisos que se hicieron el día de Reyes, por la rosca, y por sacarte de suerte al niño Dios. El compromiso son los tamales y el atole del desayuno.
07:52 PM
Febrero 2 de 2009, fiesta de la Candelaria.

Hay algunos chocolates suizos que hacen que los ojos se te entornen como los de los enamorados y los de los borregos a medio morir. Había encargado unos de ellos pero me trajeron un cuerno...
—Si puedes traerme unos cincuenta dólares para mi agüe y mi novia cubana, que en su vida siquiera ha probado unos Carlos V —. Le dije a Leopoldo, con un tono de sorna evasiva. No quiero que me pregunte de ti. Le recomendé otras cosas ineludibles por su viaje a Ginebra; fotografías en archivos digitales de Juan Calvino para “mexicanizarlo” en este año emblemático, porque el reformador franco-ginebrino cumple 500 años, para hacer un poster y acompañarlo de algún simposio. También está encima el libro de Irena Backus, sobre Calvino, que urge editar. Y Andrés, el de Comunicaciones de la FUMEC ha avisado que tiene impreso ya el libro de Migraciones en las oficinas de Ginebra, dónde aparecen nuestros artículos del encuentro que hicimos en México. — A lo mejor hasta pudieras pasar por unos ejemplaritos —. Le dije. Pues no me trajo ni un HERSHEY'S...



06:37 AM
Martes 6 de enero de 2009, día de Reyes.

Nunca me dijiste cómo es que te hiciste ese tatuaje que hay dónde comienza el cielo. Te diré que te preferiría con la piel color carne, rosada, toda lisa y sin garabatos... No. Le haré justicia a esto antes de que me escuches. Lo relativizaré todo hasta el infinito, hasta el último peldaño para que me comprendas: ¡Te amaré con ese tatuaje hasta la muerte!
Quise decirle a tu mamá: Sonia, ¿por qué le pusiste a tu hija así: Alathiel? Y qué tal si ella sufriera las mismas desgracias y vicisitudes picarescas que la Alathiel del cuento de Giovanni Boccaccio, el Decameron, y que leíste. En la Novela Séptima, narra que todos los que la veían decían que era la mujer más hermosa sobre la faz de la tierra. La sultana era noble y magnifica. La destinaron a casarse con un rey. Fue, pues, enviada a sus nupcias, virgen y casta, con todo el séquito y la dote correspondiente, bien protegida por un gran ejército. Su padre también la despidió y la encomendó a Dios. Así partió, en un navío... En el final de la historia la protagonista dirá de si: “Bien quisiera que hubiera muerto, ahogada, más que haber sufrido esta vida, y creo que mi padre querría lo mismo si alguna vez se enterara de todo esto”. Y el cuentista concluye el relato así: “Y ella, que unas diez mil veces se había acostado con otros hombres, a su lado se acostó con el último como doncella, y le hizo creer que lo era, y, reina, con él, alegremente mucho tiempo vivió después. Y por ello se dice: «Boca besada no pierde fortuna, que se renueva como la luna»”. Puedo sonar estrambótico, piensa lo que quieras Sonia, te diré que te agradezco que le hayas nombrado a tu hija así: Alathiel, solo si soy yo como ése último desdichado con el que ella se acostó feliz y para siempre. A ella, con su nombre indeleble le amaré toda la vida.